{{slide.text | html}}
{{slide.text | html}}
{{slide.text | html}}
(AFP)- José Maximino Amaya vivió durante 20 años en Estados Unidos, pero de golpe perdió todo lo que había ganado tras ser detenido y deportado a El Salvador en el marco de la nueva política migratoria del gobierno de Donald Trump.
Amaya, quien vivía en Nueva Jersey y trabajaba en la construcción, regresó a su país el miércoles en un vuelo fletado por Washington junto a medio centenar de deportados.
“Estaba yendo a mi trabajo cuando me detuvieron” unos agentes de migración y “me dijeron que estaba arrestado”, relata a la AFP este hombre de 50 años, nacido en Delicias de Concepción, un pueblo agrícola situado a 174 km al este de San Salvador.
Había llegado a Estados Unidos en mayo de 2005, pero jamás regularizó su situación migratoria. Para evitar ser detectado -y deportado- simplemente procuraba “portarse bien”, sin infringir la ley.
Fue detenido el pasado 25 de enero, cinco días después del regreso de Trump a la Casa Blanca, cuenta Amaya, quien volvió a su país sin ningún equipaje, vistiendo un pantalón gris y camiseta blanca.
Ese mismo día, las autoridades estadounidenses arrestaron a su esposa, quien tampoco tenía regularizada su situación migratoria. Ahora ella enfrenta un proceso de deportación, por lo que debería llegar a El Salvador próximamente.
Tres hijos en Estados Unidos
En Nueva Jersey quedaron su automóvil, sus cuentas bancarias y todos los muebles y electrodomésticos de la casa que la pareja alquilaba.
En Estados Unidos también permanecen sus 3 hijos, nacidos en El Salvador, de 29, 26 y 22 años.
“Se quedan solos allá”, pero afortunadamente tienen residencia legal y empleo, dice Amaya.
La consultora en derechos humanos Celia Medrano, excónsul de El Salvador en Washington, considera que “es lamentable el trato y la marginación” que están recibiendo ahora los migrantes en Estados Unidos.
“No se están respetando derechos fundamentales de las personas, se les trata como criminales solo por el hecho de ser migrantes”, indica Medrano a la AFP.
Luego de que el avión con los deportados aterrizara en el aeropuerto Monseñor Óscar Arnulfo Romero, fueron trasladados en autobuses hasta un centro de atención de la Dirección General de Migración en la capital salvadoreña.
Allí Amaya fue recibido por un hermano, un sobrino y otros familiares.
“Ayudaba a mi papá”
En Estados Unidos viven unos 2,5 millones de salvadoreños, quienes son un pilar fundamental para sus familias en El Salvador y para la economía del país centroamericano.
En 2024, El Salvador recibió 8.479,7 millones de dólares en remesas familiares, monto que representa el 23% del PIB, por lo que las masivas deportaciones de Trump amenazan con tener impacto económico en el país.
Amaya enviaba regularmente dinero a su anciano padre en El Salvador, como lo hacen miles de otros migrantes.
“Es algo que se siente difícil, porque él era una ayuda fundamental para mi papá. No había otros medios, porque aquí la situación económica no es fácil”, dice a la AFP José Adán Amaya, de 41 años, uno de los 11 hermanos del albañil deportado.
“Pesadilla americana”
“¿Qué nos va a brindar el país? ¿Y qué nos va a brindar nuestro presidente (Nayib Bukele) también?”, se pregunta Amaya ahora que está de regreso en El Salvador. Sin embargo, asegura que no se amilana, pues es “una persona luchadora”.
“Está duro en Estados Unidos (…), ya no es el sueño americano, es como una pesadilla americana”, advierte.
Tras los efusivos abrazos de bienvenida, el sobrino hace una videollamada con su teléfono celular a Estados Unidos para que los 3 hijos de Amaya pudieran verlo en El Salvador. Todos estaban muy emocionados.
Terminada la videollamada, Amaya y sus parientes abordaron una camioneta gris y partieron hacia Delicias de Concepción, en un trayecto de unas 5 horas.
Source
Agencia